El viernes a eso de las 21:30 recibí una llamada de mi profe/director de teatro. Me pareció extraño, ya no sólo por la hora, si no porque había estado con él un par de horas antes en el ensayo de nuestra obra.
-Sin compromiso. ¿Qué haces mañana por la tarde? - Me dice.
-Pues... creo que nada importante.
-Me ha fallado una chica para el musical de Mamma Mía. Te mando el guión por mail, como te vien...
-¡VALE!
Total, que me manda le guión esa noche, la mañana del sábado me lo estudio, y a las 16:00 estaba lista, con todo mi vestuario, guión aprendido y canciones recordadas (hice este musical en el 2006 y aún me acordaba de las letras!).
Actuamos en Santa María de Olla (puesta de sol espectacular incluída, con el sol rosa, y un frío que pa qué!) a las 19:00 y se llenó. Y gustó.
Y se me había olvidado.
Se me había olvidado lo mucho que me gustan esos nervios antes de salir en la primera escena. Estoy entre bastidores y tengo que estirar las manos frente a mi, cerrar los ojos y respirar hondo un par de veces para que me dejen de temblar.
Después de 16 años.
Se me había olvidado las prisas por cambiarme de ropa entre escenas. Los "¿Quién tiene una orquilla?" "¿Me dejas una goma del pelo?" "Salimos ya?".
Pasar frío esperando, con ropa de verano y un par de grados de temperatura.
El mirar hacia el público y no ver nada. Nada ni a nadie.
Y los comentarios con los compañeros entre escenas. Las tonterías antes de la obra. El maquillarte en un espejo chiquitito.
Y la sensación cuando se ha acabado la obra. Como si te hubieras quitado un enorme peso de encima, pero ya lo empiezas a echar de menos...
Me encanta.
Necesito más de una obra por año. De verdad.
Sí, es justo eso y si tu director te pone la banda sonora de "Requiem por un sueño" para alterarte y que salgas a escena siendo adrenalina pura...ya ¡¡te mueres!!
ResponderEliminarPero para mí, la sensación de cuando se acaba la obra son ganas profundas de llorar. De hecho creo que salgo siempre a saludar con una gran sonrisa de oreja a oreja y los ojos llenos de lágrimas...