Es Febrero, y en la calle hay 16º.
¡16!
Así que aunque tenía pensado pasar estos dos días sin M. haciendo cosas en casa (como pintar a mi gato con acuarelas -cosa que hice ayer- o ponerme al día en flickr -cosa que hice hoy) salí a dar una vuelta aprovechando la buena temperatura.
Fui a comprar un par de cosillas, a fichar libros nuevos, y dado que no tenía nada más pendiente, a echar un ojo por las tiendas, pero la ropa de esta temporada es taaaaan aburrida, taaaaan helado de fresa, taaaaan pastel (no toda, claro, pero sí la mayoría), que me aburrí enseguida. Me compré una tableta de chocolate y una Coca-Cola y me vine a casa.
Y volví a ver el Graduado (¡de ahí el título de la entrada!).
Recuerdo haber visto esta película con... 13 ó 14 años. Y al volverla a ver ahora con 21, que además es la edad de Ben, me ha parecido una película distinta. Yo solo recordaba que se acostaba con la amiga de sus padres ("Me parece usted la más atractiva de las amigas de mis padres"); y había olvidado todo lo que rodeaba su situación. Ese limbo extraño de recién graduado en que se encuentra el protagonista, y sus comeduras de cabeza, y su entorno.
Me ha encantado volver a verla.
Creo que voy a tener que hacer una lista de todas esas películas que vi hace años (me tragué un montón de cine clásico con esa edad, prácticamente era lo único que veía, me chiflaba), y verlas de nuevo.
Con otra perspectiva.
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