miércoles, 22 de febrero de 2012

Analógica en un mundo digital.

Me encanta sacar fotos, y eso lo heredé de mi padre. De él, también heredé su cámara, una Zenit12 que es la que uso yo ahora, (también heredé el amor por cierta música, pero ese es otro tema).
Hay veces que al revelar un carrete y ver que la mayoría de fotos son una birria, me entra un poco la bajona y pienso: No sé para que lo sigo intentando...
Pero sigo. Y en días como hoy me doy cuenta de por qué.
Mi padre, 1978. Era guapo, guapo, guapo con ganas.
Cuantas más fotos veo, más me doy cuenta.




En mi casa, aparte de unos cuantos albumes de fotos, hay un cajón lleno de fotos sin ordenar. Desde los 50 hasta la actualidad. Siempre me planteo ordenarlo, porque están todas mezcladas, pero nunca me atrevo. Hoy me he puesto a revisarlo y hay un montón de fotos que no recordaba.

Mi madre, 1977.
Por lo que ese bebé no es suyo.

Decir que con las fotos, me pasa como con los libros. Entiendo las ventajas de los e-books, pero yo los necesito en papel. Olerlos, sobarlos, leerlos, tenerlos alineaditos en mi estantería, ponerles mi nombre en la primera página, que las páginas se gasten, que cojan forman, poder dejárselos a alguien, usar marcadores, guardar una carta....
Pues con las fotos igual. Necesito la espera antes del revelado, ver el grano, la luz que no me esperaba, guardarlas en álbumes, con la fecha, enmarcarlas, verlas. (En el ordenador, al final, nunca las disfruto, y las acabo borrando, o perdiendo, en papel jamás, jamás las pierdo).

Mi padre, antes de un concierto de Pink Floyd.
Francia, 1977
Y eso es lo genial. Puede que haya fotos que saqué hace dos días y que, al verlas reveladas, no cumplan las expectativas que me había hecho. Pero sé que en el 2048 me va a encantar verlas. Y a mis hijos, más. Y recordaré cosas que creía olvidadas. Y a personas que ya no están en mi vida.

Y quizá me ponga un poco triste, como hoy.



Hasta puede que me anime a ordenar el cajón...

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