martes, 27 de noviembre de 2012
Tu cuerpo en pequeñas y grandes habitaciones, tu cuerpo subiendo y
bajando escaleras, nadando en estanques, lagos, ríos y mares, tu cuerpo
atravesando laboriosamente campos cubiertos de barro, tu cuerpo tendido
en la alta hierba de prados solitarios, andando por las calles de la
ciudad, ascendiendo trabajosamente por lomas y montañas, tu cuerpo
sentado en sillas, tumbado en camas, estirado en playas, montando en
bicicleta por carreteras comarcales, caminando por bosques, praderas y
desiertos, corriendo por pistas de ceniza, saltando en suelos de madera,
de pie bajo la ducha, metiéndose en baños calientes, sentado en
retretes, esperando en aeropuertos y estaciones ferroviarias, subiendo y
bajando en ascensores, yendo incómodamente sentado en coches y
autobuses, caminando en medio de tormentas sin paraguas, sentándose en
aulas, mirando en librerías y tiendas de discos (R.I.P.), instalándose
en auditorios, cines y salas de conciertos, bailando con chicas en
gimnasios de institutos, remando en canoas por ríos, remando en botes
por lagos, comiendo en mesas de cocina, comiendo en mesas de comedores,
cenando en restaurantes, comprando en grandes almacenes, en tiendas de
electrodomésticos, en tiendas de muebles, en zapaterías, ferreterías,
tiendas de comestibles y de ropa, haciendo cola para pasaportes y
permisos de conducir, recostándose en sillas con las piernas apoyadas en
escritorios y mesas mientras escribes en cuadernos, encorvándose sobre
máquinas de escribir, caminando sin gorro bajo tormentas de nieve,
entrando en iglesias y sinagogas, vistiéndose y desnudándose en
dormitorios, habitaciones de hotel y vestuarios, de pie en escaleras
mecánicas, tumbado en camas de hospitales, sentado en camillas de
reconocimiento en consultas de médicos, sentado en sillones de barberos y
dentistas, dando saltos mortales en la hierba, saltando a piscinas,
paseando despacio por museos, regateando con balones de baloncesto en
patios de recreo, lanzando pelotas de béisbol y de fútbol americano en
parques públicos, percibiendo las diversas sensaciones de caminar sobre
suelos de madera, de cemento, baldosas y piedra, las diferentes
impresiones de poner los pies en arena, tierra y hierba, pero sobre todo
la sensación de las aceras, porque así es como te ves a ti mismo
siempre que te paras a pensar quién eres: un hombre que camina, un
hombre que se ha pasado la vida andando por las calles de la ciudad.
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